El vuelo desde Brisbane a Auckland de 3 horas y 25 minutos se nos pasó en un suspiro y cuando llegamos al aeropuerto teníamos muchísimas ganas de poder recoger nuestra furgoneta y empezar a conocer el país. Un hombre de la compañía de alquiler pasó a recogernos al aeropuerto, y con otra pareja que también iba a recoger la suya, nos fuimos hasta las oficinas para firmar y llevarnos nuestra pequeña casa con ruedas.
Desde que vendimos nuestra furgoneta había pasado ya más de un año y estábamos deseando volver a tener una, a tener un volante entre las manos y a disfrutar de esa manera de viajar que sólo te da el hacerlo en furgoneta. Y olvidarnos en los próximos 26 días de dormir en hostels, de ir arrastrando comida en la mochila, para directamente dormir donde quisiéramos, hacer la comida en el sitio que más nos gustara y sentir la libertad que te da llevar la casa a cuestas.
![]() |
Nosotros con nuestra furgoneta más felices que un niño con zapatos nuevos |
Alquilamos con la empresa Wendekreisen, de la que podemos
decir que en relación calidad-precio es inmejorable. Podemos decir lo mismo del
trato que nos dieron, muy atentos y simpáticos. Después de comparar unas
compañías con otras y tener claro qué es lo que queríamos, esta fue en
comparación la que mejor precio tenía y mejores prestaciones. Las hay más
baratas y más caras, pero como ya comenté en una entrada todo depende de lo que
quieras. Nosotros buscábamos que fuera furgoneta, de techo alto y con cocina.
En futuras entradas desglosaré precios y gastos de nuestros días allí, pero si alguien
quiere o necesita más información ahora, no dudéis en preguntarme o dejar un
comentario y con mucho gusto os contestaré.
Pues ya con nuestra
furgoneta nos fuimos directos a comprar de todo un poco y a echar un vistazo a los alrededores
del aeropuerto para, si nos convencía, buscar un sitio donde pasar la noche. Al día siguiente
temprano habíamos quedado con un amigo de Eduardo para pasar con él y en su casa el próximo par de
días.
Al final aparcamos en el
lookout del aeropuerto, y viendo aterrizar y despegar aviones mientras
cenábamos, decidimos que pasaríamos allí la noche. A partir de las 12 o así ya
no aterriza ni despega ninguno por lo que se puede dormir
perfectamente.
Al día siguiente Alessandro,
que así se llama, vino a recogernos y fue un momento inolvidable. Él es de Brasil,
pero ahora vive en Auckland. Ellos se conocieron durante un verano en España y
hacía la friolera de
18 años que no se veían. De hecho dudaban si, cuando se vieran después
de tanto tiempo se reconocerían el uno al otro, aunque en fotos sí que se
habían podido ver.